domingo, 26 de noviembre de 2017

La soberbia de creerse capaz.

"Soy una fuerza extraña, pero creo en el amor", lee Laura, para sus adentros, mientras escucha resonar el silencio en la habitación. Es un placer egoísta, mezquino, arrogante y solitario, pero le encanta que así sea. La soberbia de creerse capaz de vivir mil vidas, de recorrer mil paisajes, habitar lugares increíbles y volver a la realidad solo para descubrirse memorizando frases como aquella.
Quien no quisiera vivir esos "líos inverosímiles" en los que se metía la Maga, refugiándose luego en el pecho dubitativo de Horacio, pensó.
Levanta la vista solo para soñar despierta, para ver las hojas de los arboles moviéndose violentamente al otro lado de su ventana y regocijarse en el placer de estar ahí, semi-acostada, despeinada, en ropa interior, con esas paginas entre manos que no hacían mas que licuar el tiempo, evaporarlo, desintegrarla a ella y al mundo. Y mientras mas párrafos acumula en su mente mas se retuerce en su sillón. Sonríe con descaro, con suficiencia. Sonríe con la levedad que le dan esas mismas paginas, creyéndose ella también una "fuerza extraña". La altitud, la flotabilidad de su cuerpo emergiendo de lo mas hondo, el fin que se transforma en comienzo. La capacidad de pensar en 10 imposibilidades antes de arrancar el día. Tan Alicia. La capacidad de ser (Be), fuerte y delicada a la vez. Lizzie Bennet y el orgullo, la moral. Ser todo, sin ser nada en particular. Porque nunca le gustaron las etiquetas. Porque se puede ser una fuerza extraña, y aun así creer.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Quiero ver amanecer, del otro lado...

"(..)Llegando al edificio pudo ver, desde la esquina, la luz de su habitación prendida. No podía ser mala señal. Debe estar despierta, pensó, quizás incluso levantada. El corazón le dio un vuelco, latiendo cada vez más fuerte. Se apuró a cruzar. Portafolios en una mano. Bolsa y ramo en la otra. Por poco esquivo el auto que venía doblando. Se precipito torpemente a entrar, sin darse cuenta de que otra vez salía la vecina. Sus cuerpos chocaron de costado, empujandola a ella contra la pared, pero Esteban no se detuvo. Subió las escaleras de dos en dos, casi corriendo, sin mirar atrás, sin ver que su vecina se frotaba el hombro adolorida por el golpe recibido y lo seguía con la mirada en su espamentosa carrera hacia el último piso.

Dejo todo lo que traía sobre la mesada, agarro las flores y entro en la habitación con gesto galante. Eleonora estaba despierta, pero se había hecho un bollo en la cama, tapada con varias mantas y debajo de todo eso, lloraba. Esteban se frenó en seco, apoyo con ternura el ramo en la cómoda, se quitó el saco y lo colgó en una percha antes de sentarse al borde de la cama, muy despacio y reposar dulcemente la mano en la cabeza de su sollozante mujer. Eleonora lloraba.(...)"


martes, 21 de noviembre de 2017

Querido Juan:

La memoria selectiva puede llegar a ser una maldita. Uno se destripa el cerebro, se desgarra pedazo a pedazo la materia gris intentando formar un recuerdo completo y la muy tacaña suelta flashes, imágenes, palabras solitarias dichas en momentos rodeados de niebla. Estoy segura de que estábamos en cuarto grado, con la señorita Mirta. Pollera gris y chomba celeste, ustedes pantalón y la misma chomba. Todavía no sufríamos las miserias de la camisa blanca y la corbata escocesa. De ese año recuerdo que me iba pésimo en los dictados, y que nunca llegue a aprender a dividir por 3 cifras. Recuerdo también al director Coluchi, al cucharon de madera, a la lagartija del laboratorio que ustedes liberaron en el patio y quedo clavada en una pared, amenazada por un escobillon. Recuerdo los recreos. Y en ellos, los albums de stickers que llenábamos e intercambiábamos. Si tenían brillo o relieve valían doble. Vos te sentabas al lado mio o enfrente. Desafiante. Confiado de tener stickers que a mi me gustaban. Me los regalabas, fanfarrón. De nuevo un espacio en blanco. No se como pasamos de eso a las cartas. Pero ahí estaban, llenando una lata larga color cobre escondida celosamente en mi habitación. Mama sabia. Creo que un día se las mostré. Hoy me puedo imaginar su risa interna pensando en esos dos mocosos de 10 años escribiendo cartitas de amor. A papa se lo dije una noche, cuando ya estaba acostado. "Papi tengo novio", le dije. Creo que se le murieron varias células. Porque, claro, para nosotros las cartitas ya eran cosa de novios, no como los stickers.
Un día, así de la nada, te volviste distante, te enojaste conmigo, te sentabas lejos y no me hablabas. Muralla de cartuchera y todo. Yo no sabia que te pasaba. Te pregunte y no me contestaste. Ese día volví a casa y rompí todas las cartitas. Seguramente llorisquie, no me acuerdo. Mi Tauro ya era fuerte a corta edad. Como me arrepiento de haberlas tirado!!, hubieran sido un lindo recuerdo.
Tiempo después me entere que Ailyn te había dicho que yo no gustaba de vos, y vos te enojaste sin preguntármelo. Maldita Ailyn. 
Mucho tiempo después, ya en épocas de CBC, me entere por mama que tuviste un accidente. Aparentemente había sido grave pero estabas mejorando. Dude mil años si debía visitarte o no. Eran otras épocas, vos tenias novia y hacia universos que no nos veíamos. Pense que no me ibas a reconocer, que no te iba a importar si iba o no. Que se yo Juan, cosas que una piensa. Así y todo, un día que volvía de capital en el 95 me baje en el Fiorito y entre. Me encontré a tu mama en el pasillo y le pregunte por vos. Me contó toda la historia. Me dijo que estabas dormido, por los medicamentos. Tu novia estaba sentada a tu lado. Linda chica!. Tu mama me dejo entrar un minuto. La chica aprovecho para ir al baño. Me paralice unos segundos. Estabas tan quieto. Por impulso te quise agarrar la mano, pero tenias tantos cables que apenas te pude rosar. Te dije, "mejorate Juan", porque fue lo único que me salio. Antes de salir, saque una planchuela de stickers de la mochila y te la deje arriba de la mesita. No se si la llegaste a encontrar. Capas que no. 
Me fui enterando de tu mejoría por mama, que se cruzaba a tus viejos por el barrio. Me alegre tanto!.
Nunca mas nos vimos. No hizo falta. Los recuerdos ya los teníamos.
Seguro pensaras, ¿a que viene todo esto ahora, no?. Sabes que pasa Juan, 17 años después, acomodando una caja de recuerdos de la infancia, encontré el álbum de stickers...y sin plantearme alternativas, lo volví a guardar ahí, donde pertenece.







jueves, 16 de noviembre de 2017

#FRAGMENTOS

"Cierto día, como quien no quiere tal cosa, Jose me pregunto si me podía acompañar a casa. Sabia donde vivía y que volvía caminando, así que decidió que necesitaba compañía. Intente decirle que no hacia falta, pero no escucho. Como si tuviera el destino pre grabado en su GPS mental, inicio la marcha a mi lado. Caminamos en silencio, uno al lado del otro. No sabia que decirle. Siempre fui muy tonta para el amor. (...)"

FRAGMENTOS
CAPITULO 4

lunes, 13 de noviembre de 2017

De luces y sombras


Abelardo camino despacio hacia la puerta balcón de su habitación. Aun llevaba pijama y pantuflas que arrastraba con solidez. Observo el paisaje verde y fecundo que le devolvía el exterior y constato, no con poca sorpresa, que por fin había dejado de llover. Habían sido semanas y semanas de pesadas tormentas y precipitaciones continuas. Las cuatro esquinas en las que convergía la vista de su ventana habían permanecido inundadas por días. Anegadas las calles. Ahogados los nidos de palomas. No existió sonido alguno mas que el retumbar de las gotas, como balas, en los techos y toldos.  Sordos ruidos que oír se dejan. Abelardo creyó que no podría salir jamas de aquella habitación, que la tormenta no pasaría y que debería haber ideado un plan para sobrevivir a lo que podría ser, con suerte, el diluvio universal.

Sin embargo, cuando despertó esa misma mañana, oyendo a los pájaros revolotear cantando en su ventana, una extraña sensación de silencio lo envolvió. Aquellas cotorras hacían bastante alboroto, pero Abelardo oyó silencio, tan contrario al necio resonar de la lluvia. Lo opuesto. Un silencio tan hondo y necesario, tan puro. Se deleito los oídos escuchándolo. Se paso la mañana llenándose de la misma ausencia de sonido. Llegado el mediodía, un tenue, muy tímido rayo de luz atravesó el pesado cortinado rojo y llego hasta su cara. Fue en ese mismo instante en que Abelardo decidió levantarse y correr el telón de la puerta balcón. Verde paisaje. Neblina sin lluvia. El insidioso rayo de luz reflejo su rostro en el vidrio. Por un momento, creyó que otra persona lo miraba desde fuera. Sin reconocerse. Apenas un reflejo distorsionado por la lupa que formaban el vidrio y la luz. Le tomo un tiempo, si, pero al fin logro ver aquellos ojos grises que eran tan suyos. Sorprendido, palpo su arrugado rostro, barba crecida, pelo grasiento. La tormenta había pasado, o eso creía. Ahora debía resolver el problema de su rostro reflejado en la ventana. 

- "Vamos Abelardo, es hora de tomar una ducha y salir de este maldito lugar".

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"No todos los que observan su reflejo en el agua esperan encontrar a Narciso. Algunos lo hacen solo para ver si son capaces de  reconocerse a si mismos"