
Que haces acá Rubén, me dijiste. No se, pasaba. Intente ocultar mi vergüenza cuando me preguntaste que opinaba de esa nueva obra de oleo sobre lienzo. Para mi eran manchas, para vos un símbolo divino. Muy colorido, opiné, muy ...muy colorido. No se si por compasión o por pena, me agarraste de la mano y me llevaste a otro salón. Esculturas. Gente desnuda. Por favor que no me pregunte lo que opino de ese buen hombre de mármol recostado en un tronco. No lo hiciste. Gracias. Al final del pasillo había un cafetin. Querías merendar. Cafe con leche y dos tostados. Ya sentados frente a frente aún tenias mi mano entre las tuyas. Tan cálidas. Tan suaves. Esa mirada tan honda y seria me ponía la piel de gallina. A que viniste Rubén. A verte. SONREÍSTE.
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ExpressAte sin aluciones político-religiosas malintencionadas. Gracias!