
Caminaba distraída, inventando cada tanto un giro, un saltito al compás de una melodía privada que sólo ella escuchaba. Atravesó el parque y al fin se sentó al borde de una fuente en forma de luna menguante (o creciente). No pudo contenerse y sumergió los pies embarrados en el agua que yacía expectante, cristalina, imperturbable hasta que las ondas se expandieron. Fresca, tranquila y sonriente. Así la encontró Ricardo, no de casualidad sino con la premeditada intención de provocar el encuentro. Avanzó en silencio, se sentó a su lado, el con los pies en el pasto. La miró con la cantidad justa de necesidad acumulada tras los párpados. La neblina se asentó a su alrededor envolviéndolos y escondiéndolos del resto del mundo. Ella aparto la vista pero él la recupero con suavidad, acariciándole la cara en el proceso. Atrapada entre sus manos, no tuvo más remedio que internarse en la profundidad cristalina de sus ojos. Él la dejó que hiciera. Y ella hizo. Porque de este lado de la luna, todo es y todo sera según tenga que ser.
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ExpressAte sin aluciones político-religiosas malintencionadas. Gracias!