- A menudo sucede que me pierdo - comenzó diciendo Emilio, ya amanecido, ya espabilado - Me pierdo inclusive en mi propio barrio, entre calles que conozco. No crea que soy tonto, o viejo. Bueno, viejo si soy, pero no es por eso que me pierdo. - Se acomoda en el sillón desde donde puede alcanzar sin esfuerzo el diario y la taza de café, a la que ya le ha agregado ¨un mimo¨, que en su idioma viene dentro de una botella de Jack Daniels - Todo comienza siempre de la misma forma. Salgo a caminar, enciendo un cigarrillo, dejo que algunos rayos tímidos de luz me alcancen. Y entonces una idea me invade. Pequeña, insulsa. Una palabra o una imagen. Yo soy muy débil y me dejo llevar. Le permito que me guíe. Y ella va y viene - dice, a la vez que mueve los dos indices en el aire, acompañando el vaivén. Tiene el diario sobre las piernas y lo ignora. Al café mimoso le dio varios sorbos, pero está muy caliente. Va de pijama a puro rombos y círculos. En conjunto, es pura psicodelia. - Me lleva donde quiere, me envuelve. Vamos a los saltos, de una imagen a otra, de una idea a otra. Se arma un monólogo afónico en mi mente, una suerte de discusión que mantengo conmigo mismo intentando convencerme de algo que sale de mi propia mente. Muevo la boca. Hago gestos con las manos - me los muestra, como si yo no comprendiera sin ejemplos y sigue - paso a paso diserto, repregunto, dudo, me vuelvo a convencer. Verá, en medio de todo esto, me pierdo. Comprenda que uno elije siempre el siguiente paso en función de sus necesidades, incluso inconscientemente - hace una pausa dramática que ya conozco. Toma café. Es un gran actor. Hace tiempo para dejarme pensar - Mi único interés en esos paseos recae sobre éstas ideas. Nunca me ha importado el destino. Prefiero perderme siempre en el camino - su voz se apaga sola en el aire y ya no me mira. Se calza los anteojos gruesos de marco color ámbar y levanta el diario frente a su cara. Me alejo, la charla ha terminado.
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ExpressAte sin aluciones político-religiosas malintencionadas. Gracias!