Al incorporarse y salir definitivamente del vehículo, dejo ver su silueta de mujer cubierta en abrigo de cachemir y gafas de sol. Era de noche y estaba oscuro, pero llevaba lentes de sol.
Inmóvil, fantasmal, magnifica. La misteriosa fémina se quedo allí parada en mi esquina. No se cuanto tiempo paso, pero para mi fue una eternidad. No se movía. La densa bruma le tapaba los tobillos enfundados en charol.
Al cabo de unos minutos volvió a entrar en el auto, encendió las luces cegadoras y acelerando, irreverente, se marcho, haciendo chillar al pavimento.
La bruma espesa se disperso a su paso, como dándole espacio a la huida. Era tarde y estaba oscuro. No parpadee. Al rato sentí caer por entre mis dedos el helado liquido. Ya no lo quería, estaba congelada y sudaba frió. Volví a subir las escaleras y entre a casa. Cerre con llave. Sentía latir el corazón en la garganta. Hacia calor pero ella llevaba abrigo de cachemir. El pavimento chillo, tan fuerte, tan hondo. El semáforo en amarillo. Los faroles cegadores de luz tan blanca. De repente, sin razón, sentí que caía al vacío. Caía violentamente al vacío, pero justo antes de estrellarme y repartir mi existencia en mil pedazos, simplemente desperté. Sudaba frió. Era tarde y estaba oscuro.
Hermoso volver a pasar por acá. Saludos.
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